U N ° P A Y A S O





¿Qué puedo contarles de la persona que conocí? Un hombre, sí. Un payaso, boxeador, teatrero, barbero, escritor, músico, cocinero, ciclista, viajero, ambicioso, pintor, de hermosos gestos al reír, amante de la ciudad, de la libertad, de las mujeres independientes e inteligentes y del sexo sin prejuicios. Un ser genial que no duda en tomar una oportunidad cada que la vida se la da y que cree en las cosas que ama hacer. Y así me estaba enamorando de él.

Una mujer, yo. Restauradora, librera, encuadernadora, escritora de closet, dibujante, fotógrafa, viajera, ciclista, cocinera, a veces silenciosa, con pecas, amante de las letras, de la selva, del saborear los momentos, de la ciudad y sus rincones, de los destilados de agave, de los hombres que se quieren devorar al mundo, del sexo pasional y atrevido. Otro ser genial que no duda y se lanza cada que le llega una corazonada, así de sensible, manejada por los sentimentalismos y que cree en el amor que cada uno trae y se construye. Y nunca supe si se estaba enamorando de mí.

Un doble acuerdo con unas simples reglas: disfrutar sin etiquetar, dejarse llevar sin correspondencia de sentimientos. Y así se fue noviembre, diciembre, enero, febrero y el efímero marzo…alguien ya no pudo continuar.

No todo fue siempre igual. Parecía que las cosas se dirigían hacia algo bueno, había cariño, amistad, confianza, besos, música, baile, libros, videos, películas, detalles, cámaras, rasuradoras, pinceles, papeles, risas y colores; pero también había condicionamientos, incumplimientos, repentinos rechazos, el-yo y su celular, en la "intimidad" uno y en público otro, conformismos, lágrimas, silencios, no todo estaba equilibrado a favor de ambos. Se estaba rompiendo el pacto, sí pero no, y así con todo seguíamos de amigos.

El llanto del corazón surgió de la nada, estaba herido porque la razón se había dado cuenta de que ahí, con lo que se estaba viviendo, no llevaba más que a una continua ambigüedad de los “beneficios” de llevar así una amistad. Hubo enojo al saber que no se responsabilizaría de sus palabras, palabras que enganchan y no deben decirse si no vas a comprometerte, al fin, palabras; reclamos, mensajes estúpidos, tristezas, ausencia y un pendiente.

Cuando todo pasó no tardo ni 5 días y ya se había ido, justo en mi cumpleaños 32 desapareció por siempre. Se me fue el aire y morí un poco, sí. Los recuerdos quizá ahora estén enterrados entre desperdicios en uno de los tantos rellenos sanitarios fuera de la ciudad, rotos e inutilizados sin la vida, el color y las risas que adquirieron en ese tiempo tan efímero.


Dos personas geniales que no se conocieron.



Cometí un error.




Hoy es luna llena, sigo entera y cada vez con más paciencia. 





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